Cáceres 2015 (Extremadura)




Porque somos animales de costumbres, se come de maravilla, si vas por ahí está de paso, los alojamientos son buenos; por eso hemos repetido y si podemos, repetiremos.


En 2015 hicimos una parada en Cáceres porque nos gusta mucho esa ciudad. El viaje al sur lo hicimos con calma parando en Madrid, Cáceres y Sevilla antes de llegar a Cádiz donde nos quedaríamos unos días.











Llegamos a la hora de la sobremesa. O a la de comer tardanos. Gracias a las indicaciones del hotel accedimos sin problema al aparcamiento, hicimos entrada y dejamos la mochila. Nos apretamos el bocadillo de jamón, una pequeña exquisitez; nos relajamos brevemente y salimos a aprovechar el día. El Hotel Don Carlos está céntrico, a medio paseo de la plaza Mayor. Lo primero que hicimos fue tomarnos un pelotazo a la hora de la siesta. Después paseamos. Estaba todo en su sitio. La Minerva también. Pero antes de sentarnos allí a comer, dimos una vuelta.

Las veces que hemos estado a principios de septiembre estaban en fiestas o acababan de terminar. Esta vez había concierto en la plaza. Y una boda. Puede que dos.






 

Dimos un paseo por el casco en busca de sitios que había estado ojeando y ojeando a través del móvil, lo que supuso que mantuviéramos una charla sobre qué era más interesante, mirar el teléfono o disfrutar del ambiente y compartir en persona todas las situaciones entretenidas que se nos presentaban. La contestación fue un bien que lo gozamos comiendo y la réplica, lo puedes mirar en casa antes de salir para disfrutar el viaje. Debo apuntar que al aparcar el teléfono volvimos a disfrutar de lo lindo, la nube negra se disipó y me volví a enamorar de nuevo otra vez.


Merendamos un poco en un sitio que había visto, comimos un jamón buenísimo en el de al lado y luego cenamos en la Minerva. Estaba la plaza abarrotada. Entretenido. Muy entretenido.

El bar que había visto era la Tapería Yuste, integrada en el Hotel Palacio de Oquendo. Las mesas de fuera estaban ocupadas y pasamos dentro a picar algo. De ahí fuimos a comer un plato de jamón al Mesón San Juan, justo al lado. También visto por internet, a través del móvil.

 Allí estuvimos sentados un rato y vimos a la gente de una boda. Se distinguen por la ropa.
Tenian dos cacharros de esos con ruedas que funcionan con la oscilación del cuerpo. Solamente se necesita controlar el cuerpo. Aunque estás cerca del suelo, te puedes caer o estrellar contra algo. Estuvo entretenido verlos todo bonicos ayudando... Sí, ayudando a una chica monísima o por lo por lo menos muy bien arreglada, no veo bien. Vosotros lo pasasteis bien, yo también; gracias.



Después de cenar y ver el ambiente del concierto fuimos a tomar la última al garito de por la tarde junto al hotel. Estaba lleno por dentro y por fuera. Nos quedamos en la calle junto a una mesa alta, nos movieron, nos ladeamos un poco y el que estaba controlando el cotarro nos pidió que nos trasladásemos un paso hacia el bar. Algo difícil. Nos dijo que nos cambiáramos de sitio por el vecino y que corríamos el riesgo de que arrojase algún líquido. Fuimos a parar a la otra punta doblando la esquina buscando hueco y nos dijeron lo mismo. Sin a penas colaborar con la contaminación acústica.
Fuimos al hotel a una hora temprana para la jarana que había en la calle. A pesar del vecino, estaría en la plaza, el recuerdo es bueno. Aquí nos hicimos fotos pero salen borrosas. Era de noche. Al día siguiente nos esperaba Sevilla.

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