Con total premeditación dado que la habitación no salió demasiado cara gracias a alguna conjugación astral, el primer día de nuestras vacaciones de septiembre, después de pasar la mañana en la playa, subimos a cambiarnos y fuimos a comer al restaurante del hotel, que se supone que tiene atún rojo de la Almadraba de verdad. Sí. Lo tiene.
Nos sacaron un aperitivo ligero.
Pedimos carpaccio de gamba blanca, unas tortillitas de camarón, unas puntillas que es algo que se que no voy a comer en la vida. Estaban tan frescas, tan sabrosas, tan buenas que daba pena comerlas. Después tartar de un atún tan bueno, que parecía mentira. Continuamos con morrillo ¡Qué decir! Acompañaron con unas papas y terminamos con postres. El atún no empacha y los postres se supone que eran caseros. Estaban buenos. De lujo.
Después de comer fuimos a disfrutar la tarde con el estómago lleno pero sin pesadez. De diez.
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