Marbella (Málaga)



Continuando con las vacaciones de septiembre de 2013, la siguiente parada con estancia de cuatro días después de haber conocido una parte de Sevilla, fue Marbella. Sí,  Marbella. Pero Marbella pueblo. Nos hospedamos en el Hotel Don Alfredo, que está a pocos metros de Plaza de los Naranjos.

Hicimos el trayecto un lunes. Al poco de salir de Sevilla vimos toros de los que respiran. Una estampa típica del heterogéneo paisaje andaluz.





El viaje desde Sevilla lo íbamos a hacer pasando por Ronda para conocer esa localidad, pero la jornada sevillana resultó agotadora y tomamos la autovía.


Tenía la idea de ir a Gibraltar desde Marbella (al que conduce no le apetecía mucho), así pasar por Puerto Banús y pisar territorio inglés para posponer mucho más tiempo un viaje a Londres que le gustaría a Iker. Semanas antes del viaje, a los gibraltareños les dio por tirar rocas gordas al mar y se lió. Así que no conocí Puerto Banús más que en unas fotos antiguas que había en un bar, porque no fuimos a Gilbratar; pero capté la silueta de la roca. Además, antes me quiere llevar a París y ahora hay AVE.


Nos tomamos esos días con total relajación. Ni siquiera fuimos a buscar una playa un poco mejor que la de Marbella. Encontramos de todo y pasear por sus calles es una relajante delicia. El ambiente de playa lo tienes con creces en el Paseo Marítimo.

La temperatura de Marbella es agradable. Ahora que lo pienso hacía calor; calor de ese que invita a no llevar mucha ropa pero coge algo para la noche.
La gente que encuentras por sus calles es tan heterogénea como el paisaje andaluz.

Lo primero que hicimos cuando llegamos fue dar una vuelta de reconocimiento para ubicar la playa, localizar alguna zona que nos pueda parecer mejor, el lugar donde nos íbamos a comer un espeto al día siguiente y dar un paseo por la Avenida del Duque de Ahumada. Nos topamos con una calle que tenía esculturas de Dalí a lo largo, la Avenida del Mar, y continuamos. Después nos introdujimos en el pueblo buscando las calles del casco, y dimos una vuelta por ellas hasta llegar al hotel para descansar un poco y prepararnos para cenar. En esta primera vuelta esquivamos sin querer la plaza de los Naranjos.


 














         



Al día siguiente fuimos a la playa sombrilla en ristre, encontramos un sitio y nos plantamos para hacer tiempo mientras llegaba la hora de comer. Afortunadamente no había excesiva aglomeración de gente, ni en la playa, ni por las calles.

Por esa playa no pasan máquinas porque no caben. Está toda rodeada de chiringuitos y restaurantes que ocupan con sus mesas longitudinalmente la playa.

Definitivamente, con todo lleno de gente debe ser muy agobiante.




La plaza de los Naranjos y sus calles aledañas son un claro ejemplo de la explotación turística.

Si bien es cierto que las plazas de los cascos de los pueblos andaluces suelen estar rodeadas de bares, restaurantes y sus terrazas; cuando las terrazas de ésta plaza están desplegadas, entre naranjos y mesas, casi no se ve plaza.
















Los desayunos los hacíamos cada día en un sitio, en la avenida Ramón y Cajal y la avenida de Nabeul. En un sitio con una tortilla, café y zumo aceptables y económicos y una churrería económica con buen café y buenos churros que nos hizo recordar los churros de Ramón sin nostalgia, sobretodo por la cuenta.



Los churros de Churrería Ramón están muy buenos.

Por la noche, había un bar con televisor de pantalla grande donde ponían tenis y partidos de fútbol y preparaban unos mojitos...



Durante nuestra estancia hicimos más o menos la misma rutina de playa y paseos.
Relajados para emprender la vuelta con una breve parada en Córdoba y seguir así conociendo Andalucía.

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