carpaccio de gamba blanca |
Es un bar pequeño, con cuatro mesas amplias con cuatro servicios cada una y una barra de unos tres o cuatro metros donde también puedes degustar sus platos.
Dado que tenían todo completo, preguntamos si tenían sitio para cenar o comer al día siguiente y puso cara de circunstancias porque esas cuatro mesas deben estar muy solicitadas.
Dicen que mi cara es muy expresiva. En aquel momento sentí una gran decepción. Al momento nos dijo que le acababan de llamar para anular una reserva para comer al día siguiente, a lo que dijimos sí inmediatamente. Bueno, yo.
Al salir, Iker moviendo la cabeza, dijo que quizá nos habíamos precipitado por comprometernos para comer a una hora determinada y yo, que soy tan indecisa como expresiva, me preocupé ligeramente.
Al día siguiente, tras haber visto que hay varios sitios donde parece que se come bien, probar un pincho de tortilla más que aceptable, un par de tostas que invitaban a comer más y visitar una tienda de vinos a la que volvimos a entrar para comprar porque la experiencia nos dice que si lo dejamos para después, después nunca llega, fuimos al restaurante.
La entrada es discreta, hay que bajar tres escalones para llegar a la puerta y en cuanto la abres encuentras un lugar pequeño y sobrio. No necesitan adornos.
Quizá llegamos un poco pronto, o nos esperaban un poco más tarde. Rondaban las dos. Llevábamos un par de bolsas con las botellas que habíamos comprado. Cuando nos atendieron y vieron las bolsas con vino, nos ofrecieron abrir una de esas botellas para la comida pero rechazamos la oferta. Habíamos visto los precios del vino que tienen y estaban contenidos; también lo sirven por copas, así que nos las guardamos para dar un empujón a la memoria a través del paladar en casa.
Hicimos un poco de tiempo y cuando vimos que se empezaba a acumular la gente en la barra, nos sentamos. Conocimos a dos chicas de allí, amigas de siempre que hace tiempo que no se ven y habían quedado para ponerse al día con sus cosas, que se apresuraron a levantarse para coger las chaquetas de una de las sillas que nosotros no íbamos a utilizar. Les dijimos que no se preocupasen, que no nos molestaban, que esperábamos no mancharlas porque somos un poco patosos y les sorprendió tanto nuestra respuesta como a nosotros su exagerada gratitud. Serían los vinos. O la emoción del reencuentro. Más tarde las vimos un par de veces. Parecía que nos seguíamos.
No tienen carta. De vinos sí. Tienen una buena selección de vinos sin ser demasiado extensa, bien conservados.
Nos cantaron lo que tenían. Le hicimos repetir un par de veces algunas opciones y nos decidimos por carpaccio de gamba blanca, unas morcillas que habíamos visto cómo las preparan, alcachofas salteadas con jamón y huevo, pescado, ciervo y entraña de buey. Un poco de cada para compartir.
El carpaccio estaba buenísimo. Suave, fino. Las morcillas también estaban muy buenas. Las alcachofas a mí me parecieron de bote cuando las ví y me volvieron a parecer de bote cuando las probé; muy buenas para ser de bote pero aunque a Iker no le pareció que fueran de bote, a mí sí y estuve a punto de preguntarle la marca para comprarlas, pero me dio vergüenza y no lo hice. No quiero ofender a nadie. ¿He dicho que estaban buenas? Sí lo he dicho. Y ahora lo repito: estaban buenas. Viendo ahora la foto y buscando por internet lo reitero: eran en conserva. He encontrado fotos en Tripadvisor que creo me dan la razón. Pensándolo mucho, por el sabor y el color puede que las hubieran hecho ellos pero hervidas, no salteadas.
Cuando vi el pan... cuando vi el pan me acordé del pan de mi pueblo. No estaba malo; estaba bueno pero no tiene el aspecto al que estoy acostumbrada.
El ciervo y la entraña, todo muy bueno. Muy bien cocinado.
Llegamos al postre. Pedimos tartar de fresas con helado de mango. Muy refrescante. Muy bueno, en consonancia con todo lo demás.
Un gran descubrimiento; se había producido un flechazo. Encontramos el lugar al que nos gustaría volver pero no se si tendremos tanta suerte si hay próxima vez. Siempre nos quedará la barra.
Un sitio pequeño. Un gastrobar como sus dueños lo llaman donde te puedes llevar tu botella de vino para acompañar la velada. Lo gastro está de moda y por una vez me gusta una moda.
Cuando llegamos a casa y repasamos las fotos vimos que no nos cobraron el vino. Menos mal que no les pregunté la marca de las alcachofas.
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