Una ciudad con encanto que Iker no tardó en enseñarme y a la que hace mucho que no vamos.
La primera vez que la ví, al llegar, me recordó a Futurama por las carreteras elevadas que rodean al botxo. Los primos se me ríen. Será por el acento.
Es cierto que normalmente Bilbao está nublado y llueve. De otro modo no estaría tan verde. Si tienes la suerte de disfrutar de un día soleado, los colores se intensifican y te dejan con la boca abierta.
Nos gusta parar en algún mirador de los que hay a lo largo de esas carreteras que rodean Bilbao, que está encajado. Y hacer fotos.
Ver un paisaje con un verde tan intenso en una ciudad plagada de edificios es algo casi mágico para una persona de secano como yo.Viendo esos paisajes confirmo que lo soy. Es que los paisajes del norte ante todo son verdes.
Observar Bilbao desde sus miradores está muy bien pero cuando te introduces en sus calles surge el encanto de la ciudad, que se puede transformar en un flechazo. O no ser para tanto.
La catedral al fondo |
La primera vez que estuve me llevaron a conocer Bilbao. El puro centro. La Gran Vía, La Plaza Nueva y las Siete Calles. Puede que al flechazo ayude ir probando los pintxos de los bares que las salpican. Después me llevaron al puerto viejo y con una vez fue suficiente para caer rendida a sus pintxos. Cada vez que voy de visita pido que me lleven y casi siempre lo consigo. Por algo será.
Es el único lugar donde te sirven txiki-kali. No se cómo se escribirá pero son kalimotxos pequeños, para acompañar a los que beben zurito.
Zurito, pintxo y al siguiente.
También fuimos a ver la calle donde ser había criado.
Pasamos por la Iglesia de Begoña y nos dirijimos hacia el Puerto Viejo de Algorta.
Las torres de Arata Isozaki, Isozaki Atea; el puente de La Salve, el museo Guggenheim
El paseo es siempre entretenido. Ruta turística desde el coche.
Para ir al puerto, entre otros lugares, pasas junto a Neguri y haciendo esquina, hay una pedazo de casa hacia la que siempre se me va la vista, no se por qué. Y sigo mirando porque hay más.
Palacio de Lezama |
Llegamos al Puerto Viejo, donde hay un lugar en el que también hacen unos pintxos deliciosos y sacan tortillas recién hechas cada dos por tres. El mini de bonito con alegría lo he copiado y de vez en cuando me hago en casa.
Subir sus calles es viajar a otro lugar que podría estar en cualquier parte.
Un día nos tropezamos con un vestido de novia, justo cuando estábamos preparando nuestra boda, que durante una centésima de segundo fue una opción,
Otra cosa que me resulta fascinante sobretodo con el mar de por medio, son los atardeceres pero en Bilbao no ha coincidido todavía el día que tenga la cámara y una buena panorámica a la hora adecuada. La última puede valer. Pese al sembrado de coches y el reflejo.
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