Llegamos un viernes y coincidió que había una muestra de comida mejicana. Todos los bares iban a estar abiertos sirviendo comida hasta las dos de la mañana y en el mercado Victoria, donde me quería llevar de forma premeditada porque está reformado y alberga bares varios, había montada una buena. Además, fútbol...
El final de vacaciones prometía.
Salimos de Punta Umbría por la mañana y llegamos con tiempo antes de comer. Aparcamos en el restaurante donde habíamos reservado y dimos una vuelta por la Judería, localizando el lugar donde desayunaríamos al día siguiente, la tienda del aceite que estaba abierta, pensamos: Luego compraremos. Error. No la volvimos a ver abierta durante nuestra breve estancia.
Llegamos hasta la catedral y aprovechamos para echar un vistazo.
Después de comer como señores, fuimos a registrarnos al hotel, que merecería una entrada.
El Hotel Boutique Caireles, delante de la Catedral. Un hotel moderno, equipado, detallista, céntrico, confortable... Conseguí la habitación con una buena oferta (buenísima tras ver la lista de precios) a través de Booking. Fue una experiencia excepcional. La cama comodísima, la ducha amplia, la atención, la situación.
Lo poco que estuvimos, como reyes. En la habitación no había armario, pero no me di cuenta hasta que lo leí. No nos distrajimos mucho en la habitación porque salimos del restaurante a la hora de merendar y no íbamos a estar mucho tiempo en Córdoba como para quedarnos encerrados, aunque la habitación lo pedía.
Fuimos a dar un paseo con el objetivo de llegar al mercado de la Victoria y comenzar a picotear allí la cena. Llegamos sedientos pero no hambrientos y después de dar una vuelta por el mercado, que estaba repleto, nos sentamos en un bar un poco aislado del bullicio para descansar, hacer tiempo hasta el comienzo del concierto que había anunciado a las diez, e investigar dónde era exactamente.
Casualmente había actuación de Juanito Makandé y nos quedamos a verlo un rato. Tardó en empezar como una hora y después de ver el comienzo, fuimos a probar las tapas.
La primera saliendo del mercado antes de huir del jaleo. ¡Qué buena estaba! Las siguientes en otros bares de la judería.
Nos metimos por las calles que ya conocemos y donde sabemos que hay bares.
No recuerdo el nombre de las tapas pero estaban buenas hasta sin hambre.
Cuando llegamos a la habitación había una bolsita con chucherías. No tenía hambre pero me agradó mucho. Después de un segundo de sorpresa e inseguridad, pudo el agradecimiento, el cansancio y el hartazgo de comer.
Un buen desayuno |
Tras un sueño reparador, nos levantamos con energías renovadas dispuestos a tomar un buen desayuno y emprender el viaje de vuelta con ganas de llegar a casa.
Y fue con un desayuno tan bueno como recordábamos, como nos despedimos hasta la próxima.
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