El viaje que hicimos en septiembre de 2015 fue memorable; para repetir, recomendar y sobretodo, recordar.
Dimos otra vuelta a la mitad sur peninsular haciendo la primera parada en Madrid.
Pasear por calles que a veces son o han sido escenarios de películas o series, me resulta entrañable por partida doble: la emoción de reconocer el escenario in situ y la de reconocer los lugares desde el sofá de casa.
No nos fue mal para querer meternos en el mismo centro. Lo hicimos sin miedo porque ya habíamos estado (yo una vez, con él, un puente de agosto; mi compañero estuvo haciendo la mili una temporada y de eso ya hace bastante) y no hacía mucho que habíamos cruzado la capital sin problemas cuando entramos sin darnos cuenta de camino a Extremadura en unas vacaciones anteriores. Aquél día era domingo por la mañana y esta vez era viernes. Llegamos un poco antes de la hora punta y nos posicionamos por el centro, pero para tomar la calle Mayor correctamente dimos más vueltas de las deseadas. Pasamos la hora punta dando vueltas, poniendo a prueba nuestra paciencia y cariño mutuo. No conseguimos meternos donde queríamos pero aparcamos en el garaje de las Descalzas, muy céntrico y cercano al hostal. Lo dejamos allí porque solamente era un día e iba a estar más seguro y mejor localizado. Y solo era un día. No resulta barato.
No era tan pronto como habíamos planeado pero hicimos lo que habíamos pensado: ir al hostal y de allí a plaza Mayor a comer un bocadillo de calamares, compartido para no saciarnos demasiado pronto.
Había buscado referencias sobre cuál es el mejor bocadillo de calamares y me quedé con dos sitios por los que pasamos, pero nos lo comimos en plaza Mayor 2, porque el míster fue al baño mientras yo estaba en la oficina de turismo y se quedó allí mientras lo esperaba en la plaza observando a la gente, diciendo no gracias a todos los camareros que estaban intentando captar clientes para el almuerzo, sin teléfono móvil pues se me acabó la batería cuando buscábamos el garaje... vamos, practicando yoga.
Hice una foto a un grupo de forasteros con quienes me comuniqué por gestos; me lo agradecieron efusivamente. Una foto a un grupo en los tiempos que corren, implica que te den una media docena de cámaras/teléfonos con las que hacer la misma fotografía. Haciendo amigos. Debo tener una cara de panoli que ya no me cambiará, como mucho se arrugará y seré una panoli arrugada. Eso sí, con amigos.
El bocadillo estaba bueno, la gana que teníamos, también. No tuve hambre el resto del viaje. Me dio rabia no ir a ninguno de los dos bares que había mirado pero respiré hondo y se me pasó.
Con la paciencia muy ejercitada, fuimos a la Latina donde nos tomamos un par de tapas en sendos bares.
Volviendo pasamos por el mercado de San Miguel, dimos una vuelta de reconocimiento y, tras decidir que esta vez nos saltábamos tomar algo en él, fuimos a dar un paseo por Gran Vía pasando ahora sí por Sol, para localizar la calle Reina y el restaurante que ha abierto Alberto Chicote: Yakitoro.
Al principio de la calle Reina hay una coctelería y una vez lo localizamos, nos tomamos una copa vespertina para ayudar a la digestión. Buenísima la música, el ambiente y la preparación del cóctel a un precio razonable. Eran sobre las siete de la tarde y fuimos a Yakitoro. No cierran la cocina en todo el día y eso nos vino bien para poder entrar porque las horas normales estaban reservadas. De allí salimos y nos dirigimos hacia Sol de nuevo dando un pequeño rodeo por Gran Vía otra vez.
En realidad el paseo ocultaba un objetivo sorpresa para mí, capricho del que lo buscó: ir al Corte Inglés de Callao para ver el nosequé gourmet que había; o hay de manera permanente. Aquello estuvo bien pero estaba lleno de gente. Supongo que es normal porque allí hay mucha gente por todas partes. También hay mucha policía controlando el cotarro en todos los medios de transporte viables: coche, moto, caballo, a pie, esas cosas con dos ruedas que funcionan con la oscilación de quien lo dirige... Motorizados y tochos, eso sí.
También hay mucho Corte Inglés. En algunos puntos das la vuela a la esquina y hay uno. Nos metimos en uno que hay junto al parking antes de irnos para llevar el equipaje completo comprando cosas de esas que olvidas. La crema de cara resultó buenísima. Lo que también hay son muchas tiendas, de todo tipo.
No he puesto gafas de sol ni nada a la gente que sale en las fotos porque las fotos no son a la gente.
Estuvimos en un sitio donde nos comimos unos tacos que estaban tremendos. Confirmamos una vez más que esa comida nos gusta mucho. Desde luego el centro de Madrid tiene un casco viejo que merece la pena conocer. Picamos un par de cosas más.
Al día siguiente por la mañana, compramos unos bocadillos de jamón, dimos una vuelta por la calles llenas de tiendas y emprendimos con calma el viaje hacia Cáceres, nuestra siguiente parada.
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