Otro gran restaurante donde es difícil que algo esté malo.
Necesario si no quieren que te de pena pagarlo.
Pudimos elegir comer en el interior o en la terraza que tienen dispuesta en la calle. Nos quedamos en la calle, contemplando unas vistas que normalmente durante el año no vemos, aunque haciendo el blog me da la sensación de que no hacemos otra cosa que buscar el mar. Siempre me consideré de secano.
Como aperitivo sacaron un poco de bonito en aceite.
Comimos ensalada de tomate, anchoas, changurro y cogote de mero.
En el norte no se andan con "pezqueñines".
Boquerones o anchoas tamaño sardina, sardinas tamaño lubina, un cogote de mero que se sale del plato, y el txangurro, en vez de en su cáscara, en un bol, elegante eso sí, para que quepa.
Sin tener hambre, nos cabía un postre y pedimos en esta ocasión uno para cada uno, que terminamos compartiendo.
Los postres caseros que preparan en los restaurantes suelen ser pura artesanía.
Con el café sacaron unos bizcochitos. El café del norte me sabe diferente. No sólo en el País Vasco, en el Pirineo también. El de Asturias también estaba bueno. Probablemente tenga que ver el agua. Otra comida redonda.
Después de comer, un paseo hacia el coche y de vuelta para continuar la tarde sin la responsabilidad de pensar en el coche y paseando sobre plano.
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