Peñíscola, Castellón (Comunidad Valenciana)



Es el primer lugar al que he viajado en mi vida que recuerde. Pero viaje, viaje. De esos que llenaban la baca del coche tras haber estado tu padre un rato recitando un misal mientras hacía lo imposible por encajar las cosas en el maletero del 127. De esos en los que tu madre te ponía dos trozos de esparadrapo cruzados sobre el ombligo con la esperanza de que no te marees, pero no se si alguna vez funcionó. Si alguna vez lo hizo, no quiero pensar qué habría sido de nosotros de no haberlo llevado. 
Ahora dice que no se acuerda de eso. Yo sí.






Los paisajes del camino son bonitos. Hermosos. Los montes del Maestrazgo, con pueblos que se alzan en los picos y otros que se esconden en los
valles, alguno deshabitado ya. Pasábamos por La Pobleta, Morella, bonito pueblo, y ¡qué curvas!...

Después de las curvas, los pueblos curiosos y el tapón de los oídos por los cambios de altura, llegas al mar. Eso para los que somos de secano es importante. Pero no a un lugar cualquiera. Estás en un bonito pueblo cuyo casco urbano se deja ver desde kilómetros de distancia. 

No creo que olvide nunca los veranos en familia con mis padres, mi hermano, mis tíos, mis primos y su abuela; las vecinas del apartamento, que era de mi tío; el ruido de las pisadas con las chanclas sobre el camino de piedrecicas que de repente se convirtió en asfalto; los flotadores, la silla, las palas, los cubos, que qué bien que venían para limpiarte los pies antes de calzarte; la bolsa con las toallas, el agua y las galletas saladas o lo que fuera, ¡los "helados italianos"! y así muchos años y muchas cosas, afortunadamente.

En 2004 realicé mi último viaje a Peñíscola, hasta ahora. La última visita a aquél apartamento, eso sí. Fue una aventura en autobús; un viaje de cinco horas y media que mereció la pena. En verano esa línea es muy entretenida, pasa por muchos pueblos y hay mucho movimiento de trabajadores y personas que van de un lugar a otro.
Durante esta estancia di largos paseos, tomé el sol en la playa y disfruté.

el comedor

la habitación donde dormía de pequeña
El pueblo estaba cambiado, sobretodo la avenida que va a Benicarló, ahora completamente edificada y con aceras por todo el camino pero el apartamento estaba igual. Y así se quedará en la memoria.

la habitación donde dormía últimamente

la cocina

la terraza





Son muchos recuerdos del pueblo: la casa de las conchas, el castillo -en una visita de pequeña rompí un jarrón-, jugar con nuestros primos en la playa, los exteriores de los apartamentos, el desayuno de huevos fritos con jamón y olivas negras, los tenderetes del pueblo, ir a misa, que no cabía un alfiler en la iglesia, los largos paseos por la avenida Papa Luna, el mar (¡el mar!, idiota, ¡el mar!).

Un año hicimos un "sinpa". Tras tomar una jarra de agua de Valencia y esperar un buen rato a que nos cobraran después de haber pedido la cuenta, nos lo tomamos como una invitación, nos levantamos y nos fuimos. Corriendo, eso sí. ¡Qué subidón! Creo que fue por la carrera cuesta abajo por las calles del pueblo. No lo he vuelto a hacer; ya lo he vivido.

El año de los "16" me lo pasé muy bien. Con chicos que estaban de vacaciones en los apartamentos, fuimos a zona del capitán Haddock, o como se escriba, sonando el "mambo number 5" constantemente. Ahí se confirmó mi animadversión hacia esos cantantes y sus canciones.

Otro síntoma de que me hago mayor es que de un tiempo a esta parte Enrique Iglesias no me produce urticaria. He aprendido a valorarlo  en parte porque a lo que hay no merece la pena ni buscarle un adjetivo.



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