El el viaje que hicimos el puente de diciembre en 2005 a Albarracín, un día nos escapamos a Teruel para conocer la ciudad. Dimos vueltas por su casco histórico y fuimos a comer, al final a la Torre del Salvador, el restaurante que está junto a la mencionada torre.
Lo que más me gustó de esta visita fue que cambió la percepción que tenía mi compañero de viaje sobre la ciudad. Le sorprendió agradablemente su arquitectura y la gastronomía.
Un detalle de que esta visita sea inolvidable, aunque no me fío de mi cabezota y por eso lo escribo, es que cuando pedimos la cuenta de la comida que por otra parte fue ligera porque veníamos saciados de Albarracín -unos entrantes, pescado y postres-, el camarero amablemente nos dijo que estábamos invitados.
Nos invitó mi jefe, y todavía me dice entre risas que si lo hubiera sabido, en vez de pescado habría pedido chuletón. Pero no nos cabía. No teníamos hambre. Si hubiéramos querido chuletón, habríamos comido.
Tenemos pendiente repetir visita. Pasar hemos pasado, como aquella vez que de camino a Alicante, se nos paró allí el 307 y nos escoltó la Guardia Civil hasta donde podían porque íbamos con la velocidad limitada a 90. Pero esa es otra historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario