Fue el primer viaje de vacaciones, allá por el 2005, con duración superior a un fin de semana que hicimos juntos y me llevó a Asturias.
Concretamente a conocer la parte oriental, con estancia en Cangas de Onís.
Nos alojamos en los apartamentos Las Palmeras. Un apartamento de una habitación, cocina, zona de estar y un baño, a pie de calle, con una zona ajardinada que tenía una mesa y sillas donde estar al aire libre. Este viaje lo hicimos en el mes de julio, cuando en nuestra tierra estaban viviendo una ola de calor asfixiante, y disfrutamos de unas temperaturas de 20-22 grados que me dieron la vida.
Este primer viaje ha sido, creo yo que sin haberlo planeado, una especie de plantilla del resto de viajes que hemos hecho, a partir del cual hemos aprendido de nuestros errores mejorando así los viajes posteriores.
O tal vez no.
Hospedados como estábamos en Cangas de Onís, fuimos incapaces de subir (en coche) a ver los lagos de Covadonga o visitar la Santa Cueva. Nos basábamos en el tiempo, que no íbamos a ver nada porque hay nubes, aquí puede que no llueva pero mira la que está cayendo allí; y cuando salió el día espléndido, al comienzo del fin de semana, la hilera de coches que había en aquella dirección nos quitó las ganas de hacer ese camino. Así, se ha quedado como la primera excusa para volver a un lugar que nos encantó. Es un poco raro decir que has estado en Cangas de Onís pero no has visitado los lagos de Covadonga o el santuario; como me dijeron hace poco "eso es como si no hubieras ido". Realmente no he ido. Pero he conocido pueblos, playas y degustado su gastronomía.
Llegamos pasadas las dos del mediodía y fuimos al apartamento a descargar las maletas para justo después ir a comer. Nuestra primera visita a Asturias no podía transcurrir sin probar unas buenas fabes, así que no retrasamos lo inevitable y nos pusimos a ello.
Pedimos fabada de la casa para dos y nos sacaron un plato a cada uno y la cazuela con el resto de la comida por si queríamos repetir, y sí que repetimos, sí; no comimos otra cosa, y yo creo que sumé tres platos y aquí mi compañero se atizó cinco, hasta dejar limpio el puchero. Acompañamos con vino la hazaña, que terminó sobre las cinco de la tarde y fuimos a reposar la comida al apartamento.
Primer error: comer como si no hubiera mañana nada más llegar al destino.
Despertamos a eso de las doce de la noche, un poco desorientados, un poco mosqueados después (por lo menos yo) por no haber aprovechado la tarde, pero bueno... matamos la gana con fruta y algunas provisiones y descansamos.
No comimos fabada durante el resto del viaje. Al día siguiente, nos levantamos temprano con energías renovadas.
Visitamos, desde Cangas, Arriondas y varios pueblos de los que salpican el Sella hasta llegar a Ribadesella. Hicimos el "descenso del Sella" en seco, fuimos hasta Llanes, paseamos por Oviedo, cogimos la carretera para intentar llegar a no se dónde dando un rodeo y nos introdujimos en los Picos de Europa. ¡Qué paisajes! ¡Qué verde!
También exploramos playas, por supuesto.
De este viaje tengo grandes recuerdos, todos agradables. Los paisajes verdes hasta la costa me hipnotizan pero Asturias me iba a sorprender más.
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