Es la novedad dentro de las experiencias que nos propone Echaurren. Un bar dentro del edificio, abierto al público para el servicio de cenas.
Está en un salón con chimenea decorado de forma moderna y acogedora. La luz en este salón es más ténue, creando un ambiente íntimo con la chimenea como protagonista, a veces amenizado con alguna risa de algún pequeño grupo que ha decidido experimentar.
La carta no es excesivamente extensa y tiene una completa variedad de tapas con un toque de alta cocina impresionante.
Después de los tres días en San Sebastián, la cena del viernes, el desayuno y la comida de ese mismo día, la experiencia en el E-Tapas era libre y podíamos pedir lo que nos apeteciera.
La realidad es que de hambre andábamos justos, pero todo sonaba muy bien y el entorno, una vez más, era idílico.
Pedir un poco de cada era lo que apetecía, supongo que por seguir la "costumbre", pero resultaba inviable. ¡Qué pronto nos acostumbramos a lo bueno!
Teníamos que seleccionar y, sin miedo a fallar, elegimos un plato de cada apartado de la carta, excepto de "Tostadas y mini bocatas".
De "Nuestras versiones de algunas tapas clásicas" queríamos probar y probamos "Las patatas bravas versión Sergi Arola", tan buenas como parece.
De "Lo verde" nos quedamos con las "Hortalizas salteadas, sobre un fondo de romescu picante".
Lástima que no se pueda degustar una muestra de la fotografía. Se acabaría el hambre el mundo.
Sin objeciones sobre nada de todo lo que habíamos degustado hasta el momento en todo el fin de semana, continúo:
La "Tapa clásica" elegida fue "Pimientos asados en casa con anchoas de Santoña y aceite de oliva virgen extra"
Y el "Clásico en el plato" ganador fue "La merluza a la romana con pimientos en tiras."
Es un plato que como en casa de vez en cuando, pero la merluza me encanta y no me esperaba menos de lo que obtuve.
Después de la merluza personalmente no podía más. Nos preguntaron si queríamos postre pero yo no podía, no como quien me acompaña, que preguntó tras divagar un poco si le podían preparar unas croquetas de despedida. En vez de una ración, le prepararon media. Esa petición provocó un pequeño y cómico revuelo en la cocina. Las camareras, que nos conocían de vista después de todo el fin de semana sirviéndonos platos y viéndonos entrar y salir, salían risueñas de la cocina y cuando pasaban por nuestra mesa se reían suavemente (o no tan suavemente).
Este fin de semana lo concebí como un regalo para el que me lleva a todos los sitios, que hacía tiempo me nombraba que quería ir a comer a El Portal. Navegando por la red me tropecé con su página web y la oferta de las experiencias. Resultó un regalo para ambos. Un fin de semana para recordar.
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