Bodegas Campos (Córdoba)




Pasamos por su garaje dos o tres (quizá fueron cuatro) veces hasta que cojimos un tramo en dirección prohibida para llegar al aparcamiento del hostal que habíamos reservado en Córdoba. Era mediodía y estaban las calles cortadas, ponía que por obras, en algunos tramos de la judería.      






Córdoba es muy bonito también. Por lo menos la judería, que es lo que hemos conocido, donde está la mezquita o catedral, las callejuelas encantadoras, algunas adornadas con flores al más puro estilo andaluz, la puerta del puente, el puente romano, las casas.

Sin haberlo planeado teníamos el hostal a dos minutos caminando puerta a puerta con este restaurante. Aquí probamos algunos platos típicos. Comimos berenjena, salmorejo, paletilla, rabo y sorbete de mojito y hojaldre crujiente de crema ligera de postre. Sí. Estaba todo bueno o buenísimo.                



 








Aunque estaba repleto de mesas, resultaba acogedor. Se puede decir que el espacio está estratégicamente aprovechado. El edificio, la casa donde se ubica, es como un museo


Una gran casa con varias estancias en el bajo, algunas muy amplias acondicionadas para realizar celebraciones, ceremonias y banquetes; otras más pequeñas, los accesos a éstas están decorados con barriles de vino firmados por famosos y personajes ilustres, sigues caminando y topas con un patio. El restaurante es también hotel, y hay una tienda donde comprar algunos productos que has degustado en la comida. Nos regalamos una paletilla: la cortan a cuchillo, la envasan al vacío en paquetes de 100 gramos más o menos y te la envían a casa. El punto negativo es que pierdes el hueso. ¡El hueso!
Da mucho gusto estar en casa y poder recordar de una manera tan clara aquellos días de relajación y placeres que parecen formar parte de la prehistoria en cuanto llevas tres días de vuelta a la rutina anterior.









Estaban todas las estancias abiertas y nos invitaron a caminar libremente.
La exposición de barriles dedicados es tremenda, no están todos los que tienen firmados porque no caben y tienen fotografías de barriles dedicados, algunas con sus creadores, colgadas por las paredes.





El salmorejo, el rabo, el jamón dejan sin palabras; viendo las imágenes puedo recordar los sabores y me entran ganas de volver a disfrutar de esos manjares estando de vacaciones. Se van acumulando cosas que repetir en el sur y todavía quedan muchas por descubrir.

En septiembre de 2014 volvimos a Córdoba y previamente encargamos una paletilla y reservamos en Bodegas Campos. Veníamos de pasar unos días descansando en las playas de Huelva: Punta Umbría, El Portil, y antes habíamos conocido Cáceres. Cuando llegamos a la ciudad, aparcamos allí y después nos invitaron a que dejasemos esa noche el coche allí si queríamos. Quisimos. Llegamos un poco antes de la hora de la reserva y nos quedamos en el bar tomando una cerveza fresca. Contacté con mi casa por teléfono y cuando colgué oí cómo nombraban a Don Iker  tres veces seguidas, como Bitelchús. Entonces les dijo que él era quien había hecho la reserva. Nos invitaron a pasar cuando gustásemos y lo hicimos. La comida fue el homenaje de clausura de vacaciones. Nos llevamos una paletilla cortada a cuchillo y un lomo de recuerdo. ¡Qué bueno! Al terminar dimos una breve vuelta por el restaurante y nos fuimos al hotel.

El rabo me gustó más la primera vez. Estaba todo buenísimo, cómo no. De allí nos fuimos al hotel pero antes paramos a tomar un mojito. Hacía calor y rebajó la comida.                                                                                                              




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