Atenas (Grecia) Luna de miel (III)


Desde un aeropuerto pequeño pero completo, inicié mi segundo viaje en avión. Me centro en mí porque mi compañero de vida ha hecho un viaje largo en avión a Punta Cana y va de sobrado. Se nota que con el tiempo vamos ganando confianza. Compramos algunas cosas en el duty free. En este vuelo me dolió la cabeza. Fue del avión. Empecé a pensar que puede que no fuera mi medio de transporte favorito, al fin y al cabo era la segunda vez que montaba en avión.

Después de un rato por los aires, con algo de cansancio, dejamos definitivamente Italia y llegamos a Grecia a una hora decente.

Nos estaban esperando con un cartelito. Eso está bien. Es una experiencia. Nos llevaron en taxi al hotel. Menos mal. En el hotel, hicimos la entrada, nos dieron la llave de la habitación y subimos nosotros con el maletón y la maletica. Allí parece que abultaban más que cuando recorríamos las callejuelas de Venecia con la maleta grande de canto.





Antes de entrar en la habitación, por el pasillo, se escuchaba un discurrir de agua que resultaría idílico en otro entorno, pero en un hotel sonaba fuera de lugar. Cuando llegamos a la habitación, se confirmó lo que parecía desde que habíamos salido del ascensor: el agua discurría libremente por nuestra cisterna. Dentro de la habitación el sonido era molesto. Aplazamos el momento de descanso antes de salir a ver el Partenón porque era imposible y nos dispusimos a ello después de avisar de la avería en recepción. Por el caso que nos hicieron, salí de allí con pocas esperanzas de que estuviese solucionado para poder dormir esa noche.





De aquel hotel no hice fotografías.

Se puede decir que noté diferencias con el cambio de país pero el último lo conocí cansada y es una gran diferencia desfavorable para empezar.


Gracias a que no nos quedamos a descansar pudimos acceder a visitar la Acrópolis. Sacamos la única entrada que hay que incluye visitas a otros lugares y monumentos pero no teníamos tiempo para verlo todo. Una pena, pero vimos lo que queríamos ver y teníamos ganas de relajarnos. Impresiona ver las fotos que aparecen en los libros de texto de arte, en enciclopedias y guías de viaje, en directo.
Había mucha gente por todos los rincones. Dimos la vuelta por la Acrópolis libremente.
Las vistas de Atenas desde allí son bonitas. Todo lleno de casas blancas, hasta donde alcanza la vista.
Cuando salíamos del recinto, vimos una boda griega



















Tras patearnos la Acrópolis, nos dirigimos a Plaka. Mucha gente, muchas tiendas, un ambiente diferente con su encanto. Por cierto, una vez sales de las callejuelas encantadoras, en las calles más anchas, los semáforos son orientativos. En algún momento comencé a encontrarme no muy bien. Eso me fastidió un poco la cena. Quizá tuvo algo que ver el pedazo de café frappé que nos tomamos a modo de refrigerio, pero estaba delicioso. Allí, en cuanto te sientas te sirven un vaso de agua fría.


Fuimos a cenar a un restaurante desde donde se veía la Acrópolis perfectamente, con el Partenón como protagonista. Muy bonito.


 



Cenamos unos entrantes con productos de allí, muy buenos, musaka y pollo nosecómo con pasta nosequé.


Los postres también estaban buenos. El restaurante parecía de esos en los que es difícil fallar.

De allí nos fuimos a descansar al hotel dando un paseo, con la incógnita de si habrían solucionado lo del agua.

Nota: estuvimos poco antes de que comenzase la crisis de la deuda soberana en Grecia.


Se oía menos aunque se escuchaba. Buena manera de conseguir que el huésped esté conforme e incluso agradecido, teniendo como sonido de fondo agua corriendo para amenizar el descanso. Solo era una noche y no se si lo he apuntado, estábamos algo cansados y emocionados porque al día siguiente comenzaría el descanso, o eso es lo que habíamos querido planear.


 

Al día siguiente, hice algo que tampoco había hecho antes.

Continúa...

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