Folegandros (Grecia) Luna de miel (IV)


Desde El Pireo y tras haber echado un vistazo a Atenas y el Partenón, salimos en ferry hacia la isla donde nos quedaríamos 3 días. Nos llevó un taxista contratado con anterioridad. Con la gente de allí chapurreábamos inglés y nos llegábamos a entender. Si nos escucha un nativo seguramente se intenta arrancar las orejas.


Era la primera vez que viajaba en ferry. En barco en general. Para ser exactos había montado en la golondrina de Peñíscola, en góndola el día anterior y en barca de lona en la Estanca, pero nada más.






Es un barco enorme que navega de forma bastante estable con el mar en calma. Amaneció un bonito día que prácticamente pasamos surcando el Egeo. Durante el trayecto pudimos levantarnos para estirar las piernas y como no estaba demasiado lleno de gente lo recuerdo como un viaje entretenido. Eso sí, todo a cubierto.
Debimos comer algún bocadillo o algo así porque no lo recuerdo bien.





Según nos íbamos acercando, crecía la emoción. La emoción por llegar a un sitio, abrir la maleta y sacar la ropa, y pensar en descansar un poco después de tanto andar por un sitio y por otro.




En esta ocasión, desde el ferry fuimos en autobús hasta el pueblo y andando al hotel.
¡Qué hotel! Me he quedado sin palabras, pongo fotos.

La habitación era individual. Del todo. Eran pequeñas casitas a las que accedías a través de la piscina y contaba con una pequeña terraza.













Era de ensueño. El blanco, el azul y la tierra. Las fotos son majas pero verlo es superior.

Habíamos llegado al paraíso.

Dejamos las maletas y dimos una vuelta de reconocimiento al complejo.

Tenía capilla porque de vez en cuando celebran bodas, minigolf, piscina, restaurante y bar. Y spa, al que no hicimos caso. Los que nos recibieron, los recuerdo amables. Estaba en una nube.
Nos ofrecieron una cena de bienvenida en el hotel que aceptamos encantados.

Dimos una vuelta de reconocimiento por el hotel, que tenía de todo.

 


             

Nos relajamos un poco y nos cambiamos para cenar. Cenamos en las mesas junto a la piscina. Estábamos casi solos porque solamente nos habíamos cruzado con una pareja, por lo recogido que estaba todo y porque no vimos a nadie más.

La iluminación al atardecer era mágica.



La cena fue buena. Justa para lo brutos que somos, pero suficiente.

El hotel de noche... Las fotos no hacen justicia ni por la tarde ni por la noche.



 

 Después de cenar fuimos a dar un paseo por el pueblo, para conocerlo.

Recuerdo la sensación que tuve al pasear por las calles la primera vez. Parecía el escenario de un cuento. Volvía a estar en una nube. Me olvidé la cámara, así que no hice fotos, pero dimos una buena vuelta por el pueblo. Tenía una docena de calles y un par de plazas en las que había bares-restaurante con mesas y gente. Muchos jugando a bakgammon.


A la mañana siguiente solo con abrir la puerta se me plantó una sonrisa en la cara. Fuimos a desayunar y después a la piscina. Al fin se pudo tumbar como una lagartija. Cuando salí, fuimos a por un zumo de naranja y conocimos a Dimitri, el camarero. Estuvimos chapurreando inglés y nos enseñó algunas palabras básicas en el idioma, aunque ya sabíamos dos o tres gracias al taxista.
kalimera - buenos días
kalispera - buenas tardes
kaliníjta - buenas noches pero lo usan poco o para un momento determinado
parakaló - por favor
efjaristó -  gracias   Con estas llegas lejos. Después inglés o signos. O las dos cosas.




El hotel era el Chora Resort. Según comentó Dimitri éramos pocos huéspedes y se acercaba el fin de temporada. Iba a llegar una pareja por la tarde, otra al día siguiente y un grupo de cara al fin de semana.
Con Dimitri charlamos todas las mañanas. Era un tipo muy majo. Aprendimos más palabras, pero no las recuerdo. Sí recuerdo cosas de Dimitri pero son sus cosas.

Fuimos a comer al pueblo. De día es muy bonito y tranquilo Vimos varias tiendas de ropa, y productos artesanos. Compré un bikini digno. Al día siguiente fui a la piscina.


De día y para comer no había mucha gente. Lo repito porque por la noche el panorama era muy diferente.

Estuvimos mirando dónde sentarnos a comer y nos decantamos por uno que tenía manteles con el plano de la isla.
Probamos un vino de allí, carne y musaka.



No habíamos visto huertas como las que hay por aquí y los animales parecían vacas anorexicas. A la hora de comer, unos hermosos tomates colorados con aceite de oliva, orégano y una aceituna negra de adorno que estaba riquísimo, acompañado de unas rodajas de pan tostado.
La carne la servían  plato acompañada de un limón abierto por la mitad. El primer bocado estaba un tanto duro y reseco. Observamos que los de allí echaban limón sin complejos sobre la carne y lo imitamos. Cómo cambia. La carne se torna tierna y sabrosa.

Después de comer fuimos hacia el hotel dando un rodeo





Fuimos al hotel y nos tomamos un refrigerio en el bar del hotel. Se hacía de noche deprisa y al atardecer fuimos al pueblo a ver si teníamos abiertas las tiendas y volver a pasear por sus calles. 


Continúa en Folegandros (II) porque es demasiado largo.

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