Venecia (1ª parte) (Italia) Luna de miel (II)


Continuando con la luna de miel, tras pasar 3 días en Florencia, tomamos el tren en la estación junto al hotel y fuimos a conocer Venecia. Los tres días pateando Florencia se notaban en las agujetas, pero teníamos el cansancio contenido porque sabíamos que disponíamos de menos de un día para estrujar Venecia todo lo que pudiéramos, y poco después descansaríamos.


No pude resistirme y a pesar de que los paisajes me maravillan, me dormí durante el viaje en tren y no me enteré muy bien.





 



Cuando llegamos, salimos de la estación al gran canal y nos montamos en el vaporetto correspondiente tras buscarlo con ciertas dudas. Entenderse en Italia es sencillo si vas acompañado y te dedicas a pasear, mirar, comer y poco más.
Con pocas palabras te defiendes pero si no sabes un idioma, te pierdes en un discurso. No entendí nada de lo que decían por megafonía.
Con las maletas quietas pude hacer fotografías sin parar, durante todo el trayecto.




Paramos junto al puente de Rialto y, cargados con las maletas, empezamos a recorrer las estrechas calles en busca del "Campo Santa María Formosa", donde estaba el hotel.


Como era tarde y no habíamos comido, nos compramos unos trozos de pizza en una de las muchas tiendas pequeñas que venden comida y refrescos en las calles de Venecia, cerca de la plaza donde íbamos y nos la comimos en la "Fondamenta Preti Castello", entre la "Parrocchia Santa Maria Formosa" y el "Rio del Mondo Novo".




Hicimos la entrada en el hotel, El Ruzzini Palace de Venecia. La atención fue muy buena. Nos atendió una persona que conocía el español y cuando confirmaron la reserva, habitación para minusválidos, les dijimos que quizá había una confusión, que no teníamos minusvalía alguna por ahora, éramos recién casados. Nos pidieron disculpas, añadieron que tenían el hotel completo y nos llevaron a la habitación reservada. Estaba en la planta baja, junto a la salida del taxi del día siguiente. Habían dejado una botella fría de champán, dos copas y algo para picar, rápida reacción.






Por la ventana, daba a un canal, se veía un  puente bastante transitado pero desde la habitación no se oía nada. El baño estaba adaptado, la habitación era muy amplia y la cama de lo más cómoda, pero nos cambiamos y salimos para aprovechar la luz natural. Observamos que era la habitación más económica del hotel. El viaje lo trazamos nosotros pero las reservas de hoteles, vuelos y transportes las hicimos a través de una agencia de viajes.

Optamos por el paseo en góndola. Preguntamos en el hotel y nos asesoraron bien sobre cómo funciona, así que fuimos directos a la parada de góndolas que habíamos visto en el río Mondo Novo, junto a la plaza. Antes, tomamos un negroni en un velador allí mismo.
















Con el paseo en góndola tuvimos esa otra visión de la ciudad que enamora.
Desde los canales se ven escaparates de algunos comercios; lo que vimos eran boutiques principalmente y la salida de algún hotel, como el nuestro, por la que pasamos. Al gondolero lo eligió el nuevo patriarca de la reducida familia que habíamos estrenado y fue la camiseta con rayas rojas y blancas la que lo definió.
Resultó ser un buen guía simpático, muy hablador, que nos explicó perfectamente los lugares por donde pasamos, añadiendo algo de su vida y alguna anécdota conocida, como que Casanova aprovechaba la intimidad que ofrecen los puentes de la ciudad para besar a las mujeres y doncellas que lo acompañaban, escapando de miradas. Muy comercial y apropiado. De vez en cuando arrancaba a cantar, luego callaba y se escuchaba el canto de otro gondolero.
Estando en la luna de miel, de vacaciones, todo resultaba hermoso y encantador; todo caía bien.
Después del paseo en góndola, que terminó donde comenzó, fuimos a acicalarnos al hotel para salir a cenar y conocer un poco más la ciudad, a pie.

conúa Venecia 2ª parte...

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